lunes, 22 de diciembre de 2014

La infinitud del Otro y la negación del Yo.

Toca hacer una de mis actividades favoritas, hacer daño a la creencia en dioses. Yo no creo en dioses ni nada parecido, ni creo que se necesite probar su no-existencia. Si hay alguien que cree en la existencia de algo, ese alguien es quien debe probarla y no pedir a los demás que prueben su no-existencia.

Bueno, todos saben que hay multitud de argumentos al respecto de la existencia de dioses, divinidades y demás entes parecidos que, por comodidad y cercanía, voy a nombrar como "Dios". Algunos de estos argumentos son para probar su existencia y otros para negarla, los hay interesantes y patéticos. Desde luego no voy a intentar demostrar nada, al menos en esta entrada, aunque siento la necesidad, o quizás el deber, de destruir la idea de Dios. Como digo, no es lo que pretendo en esta entrada, simplemente voy a plantear unas "preguntillas simples" sobre una de sus más famosas cualidades, la de ser infinito, y sobre la contrariedad que esto presenta a la propia conciencia que cada quien tiene de sí mismo.

Partamos de una base, que no intentaré probar y que damos por válida para no complicar el asunto y que podamos centrarnos en lo que quiero. Partiremos de la convicción de tener conciencia de uno mismo. Voy a aceptar esta idea y a usarla como prueba de que existe, o al menos hay, algo que llamamos "yo" y que se destaca principalmente por no ser "lo otro". Diremos que hay un Yo porque es distinto a un Otro, es decir, que Yo es algo que hay y que no concuerda con, o que no es lo mismo que, lo Otro, entendiendo esto último como todo lo que no es Yo. Entonces aceptemos que hay un Yo y que hay un Otro, y que la existencia de cada uno de estos entes depende de la existencia del otro.

Entonces, una vez aceptada esta diferencia en la realidad, aceptamos que no hay una continuidad total que abarque la realidad, es decir, que no hay un todo que integre como un mismo ente a la totalidad. Hemos aceptado que hay un Yo, por tanto, no hay un Todo, incluso si creemos ser ese Todo, porque hemos aceptado un Otro.

Que sí, que es todo muy simple y damos por hecho varios asuntos importantes, pero si no lo hacemos así esta entrada podría convertirse en varios volúmenes de miles de páginas, y ni lo pretendo, ni tengo tiempo, ni soy la persona más adecuada para ello. Entonces, sigamos adelante y usemos lo escrito para plantear de forma simple las cuestiones que me interesa plantear. Hay mucha tinta al respecto, a favor, en contra, con planteamientos complejísimos, sencillísimos, admirables, patéticos... pero yo voy a aceptar que al tener conciencia del Yo, la realidad es algo que consiste al menos del Yo y lo Otro.

Ahora planteo la cuestión. Si aceptamos que Dios es infinito, aceptando previamente la existencia de un Otro llamado Dios sea cual sea su composición u orígen, entonces ¿cómo podría aceptar mi propia existencia, o al menos que mi Yo esté o sea en la realidad, al mismo tiempo que un Otro (al que llamamos en esta entrada Dios) que es infinito aun cuando este Otro abarcase el Todo exceptuando mi Yo? ¿Cómo podría ser la realidad más amplia que un Otro infinito y un Yo? Aunque aceptáramos la realidad como infinita, no podría acoger en su infinitud algo infinito y algo más.

Si seguimos por aquí, habría que aceptar un Yo o la infinitud de un Otro. Y si aceptamos al Otro infinito, dejaría de ser un Otro para ser el Todo del que formamos parte, porque está claro que estamos en algún lugar de la realidad, la pensemos del modo que la pensemos. Aceptando a este Otro infinito, aceptamos que no existe ninguna separación a nivel existencial entre lo que hemos acordado en llamar Yo y Otro y que desde entonces habríamos de aceptar su no-existencia para aceptar que únicamente existe, o hay, un Todo. No habría algo que llamar Yo, ni algo que llamar Otro. Sólo Todo y sus partes.

Es decir, siguiendo el argumento y aceptando lo planteado inicialmente, concluyo que aceptar la existencia de Dios (léase "Ente infinito") incluye la negación de uno mismo, algo a lo que me niego rotundamente y que pocas personas podrían realmente, y digo con todas sus implicaciones, aceptar.

Dos Veces García. Alétheia con cuentagotas

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