jueves, 8 de enero de 2015

Reflejo en las aguas del pozo de Demócrito

Digo pretender la reflexión, digo estar reflexionando, pero siempre estoy preguntando. Digo pretender hacer filosofía, digo ser un filósofo, pero siempre estoy preguntando. ¿Por qué la reflexión? ¿Por qué la filosofía? ¿Por qué la pregunta?

El hombre quiere conocer. El hombre es consciente de sí, el hombre es consciente de lo demás.
El hombre quiere conocerse, el hombre quiere conocer lo demás. Todos hemos pensado alguna vez que estaríamos mejor sin conocer algunas cosas, pero aún así, queremos conocerlas. Es irremediable, siempre tendemos a volcarnos en algo. En nosotros o en lo demás, siempre estamos tras una respuesta. Quizás a la pregunta más sencilla de responder, quizás a la que no se puede responder.

Perseguimos algo que quizás no exista, algo que quizás ni trata de moverse. Pero aún así lo perseguimos, y no tenemos otro medio de alcanzarlo que mediante la pregunta. A veces nos empeñamos en buscar su rastro como huellas impresas sobre la realidad inmediata, pero aunque las veamos, o creamos verlas, nos es del todo imposible encontrar siquiera el rastro, no ya la presa, sin buscar primero dentro de nosotros.

Sin un Yo no hay un Otro, necesitamos conocernos para poder saber cómo interiorizamos lo Otro. Necesitamos la reflexión para responder la pregunta, nos identificamos con la respuesta y desde ella nos re-creamos, desde nuestro interior.

La verdad, si existe, está en el fondo de un pozo sin fondo. Ahí la puso Demócrito, y con razón, pues si hubiese una verdad absoluta nos sería imposible alcanzarla. Nos asomamos y asomamos al pozo, algunos caen y mueren, otros hacen de la oscuridad su ansiada verdad y algunos simplemente se limitan a observar el diámetro del pozo. Nosotros nos quedaremos con nuestra verdad hecha a medida, con el agua que podamos sacar en el cubo y que al beberla haremos parte de nosotros. Nosotros tenemos nuestra alétheia y nos saciamos gota a gota.

Es nuestra reflexión la que nos permite conocernos, es nuestra reflexión la que nos va a permitir conocer el mundo. El filósofo no nace, se hace al tomar la decisión de renunciar al mundo, preguntarse y buscar por siempre. Ahí está el filósofo, preguntando siempre aunque nadie escuche jamás, pues siempre estará él y su respuesta será eco de su existencia.


Dos Veces García. Alétheia con cuentagotas.

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